Pasado el verano, llega septiembre, como todos los años y en el calendario para todo el mundo. Pero los que, de alguna manera, pertenecemos a una comunidad educativa, como lo es nuestro instituto, el Juan Bosco, vivimos la llegada de este mes de una manera diferente, especial.
Septiembre tiene, para los que somos docentes, un gran abanico de significados y sensaciones, como la incógnita de los cursos que impartirás, el alumnado que llevarás, los nuevos compañeros que llegarán, la ilusión de arrancar un nuevo curso y la esperanza de que esa ilusión se mantenga hasta junio, los nuevos proyectos en los que participarás y las nuevas formas de enseñar que intentarás aplicar. No se puede negar que también piensas en lo no tan bueno, como la burocracia excesiva e innecesaria, la cantidad de alumnos en clase que no te permite dedicar a cada uno el tiempo que realmente necesitan, y lo poco que la sociedad en general valora el trabajo que con tanto empeño realizas, aunque el gusanillo del inicio de curso le gana la batalla a los aspectos negativos durante estos días.
Para nuestro alumnado, septiembre significa, lo primero, un cambio de aula, cambio de tutor, preguntándose si les gustará más o menos que el del curso anterior, muchas veces cambio de compañeros de clase y de profesorado. También significa subir un escalón más en el nivel de esfuerzo que se debe realizar, un cambio de etapa educativa, y madurativa muchas veces. Unos buenos propósitos y la esperanza de que duren por lo menos hasta Navidad, y muchos nuevos retos a los que enfrentarse y superar, en la mayoría de los casos.
Los padres y madres, que también forman una parte importante de esta comunidad, también experimentan diferentes sensaciones. Desean que sus hijos e hijas tengan suerte con los profesores y con los compañeros de clase que les sean asignados, que no se presenten muchas dificultades, y que, si se presentan, sean capaces de ayudar a sus hijos e hijas a superarlas. También tienen la esperanza de que los buenos propósitos no decaigan en navidad y lleguen hasta final de curso, porque la esperanza, siempre es lo último que se pierde.
En definitiva, para todos y todas los que conformamos el Juan Bosco, septiembre está lleno de nuevas sensaciones y muchas ganas de comenzar de nuevo. Y lo más importante, la confianza de saber que, entre todos los miembros de esta comunidad, superaremos satisfactoriamente el nuevo curso que acaba de comenzar.
¡Feliz inicio de curso!